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Kuwanyauma

Y después de decirme varias veces lo de la Mariposa, se va corriendo a reunirse con otras chicas de su mismo aspecto, las cuales se tapan la boca mientras se ríen. Yo no sé por qué me ha dicho lo de la Mariposa pero no le doy importancia, aunque Catherine, en su intento por entender a esta nueva gente, me hace una pregunta:

            -¿Qué quiere decir “Kuwanyauma”?

            -¿“Kuwanyauma”? ¡Ah, claro, significa “Mariposa de hermosas alas”

            -¿Y por qué te decía eso? –me pregunta Catherine.

            -Pues no lo sé –digo yo sin dejar de mirar al grupo de jóvenes con peinado extravagante.

            Por la noche nos reunimos alrededor de una gran hoguera, rodeados de la gente del Poblado y escuchamos atentos las conversaciones de La Anciana Hopi. Tengo que traducir a Catherine ya que ella no entiende la lengua ancestral y me extraña que no tenga que hacer lo mismo con Jack. Él parece ser uno más de ellos, parece entender todo lo que le explican y cada vez más, un gran interés hacia el señor Davis se produce en mí. Pero esperaré el momento oportuno para salir de dudas. Las jóvenes que horas antes se reían, mientras una de ellas me llamaba Kuwanyauma, se han sentado detrás de mí y no paran de tocarme el pelo, la piel… Lo hacen como si les despertara gran curiosidad. Hay una niña que no se atreve a acercarse a mí. La luz de la gran hoguera la ilumina a pesar de que no está cerca. Me levanto, me dirijo a ella, me arrodillo hasta su altura, le ofrezco mi mano y espero a ver su reacción. En un principio, ella se echa un poco para atrás y busca con su mirada a alguien de entre la gente del Poblado. Es una mujer de la tribu que le hace señas de no tener miedo. La niña acepta mi mano y la llevo conmigo, cerca del fuego. Su madre me agradece con un gesto de cabeza lo que acabo de hacer con su hija. 

           La Anciana Hopi habla de malos espíritus que inundan La Tierra y encuentran Almas deseosas de hacer el Mal. Dice que también hay Almas que quieren hacer el Bien pero muy pocas se deciden a unirse a él. Los hombres de la tribu han acompañado a los Kachinas para mostrar al mundo lo que tiene que llegar y esperan poder realizar su trabajo.

            –Tras la Luna Oscura, una gran tormenta se desatará. Los cielos se tornarán sucios y la lluvia amargará. Las cosechas se pudrirán y el agua de los ríos se convertirá en veneno. Los peces morirán y el hombre encontrará el resultado de tanto mal a la Madre Tierra. Nuestros hermanos danzan y piden que esto no suceda, pero sus cánticos no pueden luchar contra las emanaciones contaminantes de los desechos de la actual sociedad. Cuando el bisonte deje de buscar su alimento, una gran sequía acechará el Mundo que conocemos. Y cuando el gran bosque haya sido eliminado, El Mal Verde iniciará su proceso de reacción.

            ¿El Mal Verde ha dicho? Quiero preguntarle, pero es tal la atención que La Anciana recibe por parte de la gente reunida ante el fuego, que desisto de hacerlo. Al igual que con Jack, esperaré  al momento oportuno. A ver, que no se me olvide, preguntar a Jack cómo puede entender la lengua Hopi y preguntar a La Anciana de la tribu por El Mal Verde.

            -Madre Hopi–dice Mariela– tenemos a Kuwanyauma con nosotros. Ha recuperado El Colgante, pero ha sido reconocida y por eso hemos venido a buscar su Protección.

Habéis hecho bien. Esta misma noche hablaré con Hache-Hi Wattan para reunir a Los Grandes espíritus e iniciar el camino hacia la Gran Purificación, pero creo que no podremos detener Prophetia

            -¿Por qué lo crees? –vuelve a preguntar Mariela.

            Nadie se atreve a decir palabra alguna.

            -Porqué la Madre Naturaleza está muy cansada y no responde a nuestras plegarias. Su Alma lleva mucho tiempo siendo dañada y le cuesta entender que podemos salvarla. Ha perdido la Fe en el hombre. De todas maneras, aún tenemos tiempo para intentar enmendar la situación.

            Catherine me da un pequeño codazo.

            -Hija, ¿qué dicen?

            -Perdona, pero estaba muy atenta a las palabras de La Anciana.

            Y la parte curiosa de mi Ser me incita a decirle a Catherine que le pregunte a Jack si ve que yo no le traduzco.

            -Tienes razón. Parece que tu padre entienda lo que hablan. Jack, ¿de qué están hablando?

            Yo miro a Jack y éste se da cuenta de que lo estoy haciendo para ver lo que contesta. 

            -De una extraña Profecía y de intentar que no ocurra. Luego te lo cuento.

            Una pequeña sonrisa aparece en mi rostro y Jack también produce una en el suyo. Aquí, en un lugar alejado de la mano del hombre actual, el cual vive inmerso en una Espiral de materialismoconsumismo desgaste Espiritual, se puede encontrar la Paz que tanto ansía este hombre sin instinto. No existe ni teléfonos móviles, ni wifi, ni siquiera existe radio. Nada que perturbe la tranquilidad y la simbiosis entre seres vivos. Incluso se respeta al Mundo vegetal. Estas personas, los Hopi, cultivan de manera respetuosa con el medio que les rodea. La Anciana cuenta historias de sus antepasados, de cómo utilizaban el agua, un bien muy preciado y muy escaso en esta zona de América del Norte, de cómo interpretaban las señales del cielo para saber cuándo cosechar. En fin, es como escuchar un documental pero en primera persona y pudiendo sentir de cerca el calor de quién lo cuenta. Sólo llevo 1 día en este Poblado y ya siento que necesitaba este Lugar Sagrado. Por la noche, nos llevan a nuestras habitaciones. Están situadas en lo más alto del edificio escalonado y al alcanzar la entrada, Estefanía y su madre suben la escalera que da acceso impidiendo que desde abajo se pueda subir.

            -Aquí será dónde dormiremos –dice Divina Kamali.

            Dormimos todas juntas. Jack duerme en una habitación inferior y le acompañan mis queridas LilaDundra. Sí que duerme con nosotras Bastet y además lo hace a mis pies. Se acurruca, ronronea y cierra los ojos. Su ronroneo me relaja hasta el punto de incitarme también al sueño. 

[…]

“Estoy con Estefanía en la casa de La Urbanización. El búho disecado que tiene en su habitación me atrae más que nunca. Sus ojos, como si no hubieran muerto. Mejor dicho, el ave parece no estar ausente de vida. Y así es. Recobra movimiento y se sitúa frente de mí. Yo, en vez de asustarme, sonrío y me alegro de lo que acaba de suceder. Afuera, en el exterior, los copos de nieve caen como pequeñas motas de pan blanco helado. 

-¿Estás preparada?

-Lo estoy.-Bien. Pues entonces, avisaré a mi abuela para que nos ayude a iniciar el viaje que nos llevará a tu Inspiración. Sobre todo, no te separes de mí y no te fíes a no ser que me veas con este colgante de plumas y el tatuaje que mi abuela me va a hacer antes de viajar. Si no los llevo, es que no soy yo. ¿Lo has entendido?

-Sí.

            Sale de la habitación, dejándonos a mí y al recién revivido búho, mirándonos el uno al otro, hasta que llega mi amiga con su abuela, la cual lleva un gran colgante con plumas grises y con un círculo en forma de ojo en el centro del mismo. Estefanía lleva un pequeño tarro de cristal entre sus manos. La abuela le coloca el colgante y le coge el tarro. Se agacha y hace un círculo en el suelo con la tierra que extrae del recipiente. Mientras hace el círculo, Estefanía me explica el origen de la tierra:

            -Esta tierra rojiza pertenece a La Meseta Negra en Arizona, Tierra sagrada de mis ancestros. Se utiliza para aislar a los malos Espíritus. Mientras nosotras permanezcamos dentro del Círculo de Protección, estaremos totalmente protegidas. 

            La abuela termina con lo que estaba haciendo y coge el brazo derecho de mi amiga y con la misma tierra y un poco de agua, le hace un dibujo peculiar. Me pregunto por qué no me hacen uno a mí.

            -A ti no te hace falta –contesta Estefanía con una suave carcajada– Yo soy tu Guía y vas conmigo. Yo conozco el camino, tú no. Yo no me perderé pero tú puede. Ya te haré uno cuando quieras. Por cierto, tienes que saber que cuando lleguemos a nuestro destino, no tendrás el mismo cuerpo, porque es nuestra Alma la que viaja. Así que no te asustes. Tú me conocerás por el tatuaje, ¿de acuerdo?

            -De acuerdo.

            Nos colocamos en el centro del Círculo. La abuela de mi amiga se sienta junto al búho revivido, coge una especie de pipa fina y larga y con ella hace varias bocanadas en el aire. Yo me quedo mirando esas nubes artificiales y poco a poco me voy dejando llevar. Estefanía me coge de las manos y me pide que cierre los ojos. De repente, vuelvo a sentirme de la misma manera que me sentí cuando abrí la puerta de mi Refugio y me noté levitar. Está todo oscuro y siento cómo caigo al vacío, a una velocidad vertiginosa. Tengo miedo a no poder controlar la caída, pero alguien me coge de la mano. No veo quién es, pero reconozco el tacto, y si no me equivoco, diría que es mi amiga. Así que, me dejo llevar, y al momento me siento suspendida en el aire, igual que la primera vez. Veo la luz al fondo, la luz pequeña que se hace grande al acercarme a ella. Oigo una voz débil y la sigo.

            -Alexia, soy yo –me dice una joven– Soy Estefanía.

            Veo a una chica india sentada. La miro mejor, porque tengo la visión algo borrosa, pero al fijarme en su brazo derecho y ver el tatuaje, la reconozco y me acerco a ella. Me noto diferente y me miro los pies. Llevo un calzado de piel con costuras y mis pies son más pequeños de lo normal. No hay ningún espejo al que pueda verme pero me imagino que mi cuerpo actual debe ser el de una joven adolescente.

            -Tenemos que ir a hablar con el Jefe de la tribu, que se llama Kasa. Él nos ayudará, bueno, a ti más que a mí, pues no soy yo la que necesita Inspiración. 

Me hace gracia esta palabra, Inspiración. ¿A qué se referirán? ¿A la inspiración de la respiración, a la artística o a otra que yo desconozca? Mientras acompaño a mi amiga, me fijo en que la gente del Poblado, personas de un tiempo pasado, nos miran expectantes. Entramos en una tienda de tela con muchos dibujos y vemos a un nativo americano con varias plumas en lo que parece una corona aposentada en su cabeza. Lleva varios colgantes y su cara parece ir más hacia la vejez que hacia la juventud pero, aun así, se le ve fuerte como un roble. Estefanía se le acerca, yo no. Me quedo cerca de la entrada y de 2 hombres nativos que me miran. Mi amiga habla con él, con el Jefe de la tribu. Él le hace muchas indicaciones. Sus brazos parecen aspas en el aire. Van de aquí para allá y Estefanía asiente con la cabeza lo que el hombre con plumas en la cabeza le va diciendo. Yo no sé si hacer lo mismo o ponerme a hablar con alguien, porque comienzo a sentirme incómoda, como si supiera que lo que me espera no va a ser de mi agrado. Entonces, mi amiga se me acerca y me susurra al oído.

            -¿De verdad que estás preparada?

            En cierta manera no sé qué contestar, pero entonces me acuerdo de las palabras de La Anciana acerca de mis miedos y de mi inseguridad, de la oscuridad y de mi perdición, cojo aire y respondo a Estefanía.

            -Estoy preparada.

            -Bien.

            Presiento que no va a ser nada fácil lo que voy a tener que hacer. Primero sale el Jefe de la tribu, seguido de los 2 hombres que estaban en la entrada, y por último nosotras. La gente del Poblado se ha colocado a ambos lados, haciendo un camino hasta la entrada a otra tienda de tela con diferentes dibujos. Allí dentro vemos a una mujer no muy anciana, la cual tiene un paño de trapo en su mano. Lo coloca en la frente de una niña que está tumbada en una especie de cama. Tiene las manos y los pies atados. El Jefe de la tribu nos pide que nos acerquemos, pero sin tocar a la niña. Al llegar hasta ella, me sorprende que una niña tan pequeña tenga el pelo blanco, canoso, pero no pregunto, sólo observo. La niña respira de manera rápida y su frente parece sudorosa. La mujer le quita el sudor con el trapo. De repente, cómo si aquella niña de ojos cerrados percibiera nuestra presencia, abre los ojos y del susto me echo para atrás, pues tiene los ojos completamente blancos. Estefanía me vuelve a colocar a su lado y me dice que no la mire tanto. “¿Y qué hago? ¿Hacia dónde tengo que mirar?”, pienso yo para mis adentros. Entonces, una voz, distinta a la mía, que creo que es la de mi amiga, aparece en mi mente telepáticamente y me dice que cierre los ojos e intente ver el interior de la niña. No me había dado cuenta de que mi amiga los tenía cerrados. Y así hago. Los cierro e intento hacer lo que me han pedido. Pero no me cuesta nada hacerlo. Es lo mismo que me pidió Jack cuando estaba en La Urbanización y al salir de casa de Cloe, vi a quién yo creía que era mi querido Silver. Nada más cerrar mis ojos, veo una nebulosa de color rojo oscuro sobre lo que parece ser la cama en la que está la niña de cabello y ojos blancos. Oigo la voz de mi amiga que me dice que vuelva a abrir los ojos. La niña me está mirando fijamente, de manera desafiante, y yo, en vez de sentir miedo, dejo de mirarla y me centro en la mujer que le limpia el sudor. Estefanía me coge del brazo y salimos de la habitación. 

            -¿Lo has visto, verdad?

            -Sí.

            -Bien. ¿Podrás con ello?

-¿Y por qué antes no?

            -Creo que sí.

            -No lo sé –contesto yo– pero lo que sí sé es que me siento más segura. Creo que comienzo a entender muchas cosas. La nebulosa roja oscura que hay en la niña ya la había visto antes. 

            -¿Ah sí? ¿Cuándo?

            -Cuando creí ver a mi querido Silver, en mi visita de despedida a casa de Cloe, en el jardín de casa de los Davis. Jack me hizo lo mismo. Me pidió que cerrara los ojos y entonces pude ver que no era mi querido Silver, sino algo malvado.

            -La niña que has visto ahí dentro pertenece a nuestra tribu pero su Alma anda perdida porque ha sido poseída.

-¿Y quién la ha poseído?

– Es un espíritu de la oscuridad que ha sido atrapado por los hombres de la tribu, aunque ellos creen que se ha dejado coger, porque por la fuerza del mismo y la edad de la niña, la pequeña ya debería haber fallecido. 

            Estoy a punto de preguntarle cómo tengo que hacerlo, pero entonces las palabras de Hehewuti y de La Anciana Hopi resuenan en mi cabeza. Al recordar lo de la Inspiración me viene a la mente aquellos susurros que tenía cuando yo era Alexia Bosch de pequeña, susurros que posteriormente desaparecieron. En ellos, oía una voz que me decía… “Cuando estés Inspirada, recibirás el Aliento”. Una gran fuerza, que parece subir de mis pies, pasando por mis brazos, hasta llegar a mi cabeza, invade todo mi cuerpo. Cojo El Colgante en espiral que tengo en mi cuello y sin decir nada a mi amiga, la cual no pierde detalle de lo que hago, vuelvo a entrar en la tienda. Estefanía me sigue. Me acerco a la niña de pelo blanco y le digo:

            -Muéstrate.

            La niña con ojos blancos que estaba riendo, de repente deja de hacerlo. La temperatura de la habitación comienza a descender hasta hacer mucho frío, demasiado incluso. Pero el Aura de luz y de calor que emito me protege del mismo.

            -No te lo volveré a repetir. ¿Quién eres?

            -No te acuerdas de mí –dice la niña con una voz que no se corresponde con su edad– Soy Amissa. Estuve en el cuerpo de tu madre. ¿Lo recuerdas?

            -Lo recuerdo. ¿Qué quieres de mí?

            -He venido a saludarte. No vas a acercarte para darme dos besos. 

            -No voy a repetírtelo más. ¿Qué quieres de mí?

            -He venido para avisarte de que te estaré esperando. En cuanto salgas de tu Refugio Astral, allí estaré. 

            -Pues entonces, no hay nada más de qué hablar. Y ahora, te toca dejar este cuerpo y volver por dónde has venido.

            -Veo que ya no tienes tanto miedo. Vas mejorando y eso me gusta, me gusta mucho.

            Sin pensármelo dos veces, me acerco a la niña de pelo blanco, pongo mi mano derecha sobre su frente y mi mano izquierda sobre su pecho. Cierro los ojos y proceso de manera automática todas aquellas palabras que resonaban en mi cabeza cuando era pequeña, cuando me susurraban al oído. Un gran calor emana de mis manos, tan grande, que el frío de la sala comienza a desaparecer y la niña grita de dolor. 

-¡Me quema, me quema! –dice ella, moviéndose de un lado a otro.

            Yo continúo con mi intención de expulsar a Amissa del frágil cuerpo que, como si de un animal a punto de morir se tratara, grita, se estremece, incluso, escupe, a lo que la mujer utiliza el trapo que anteriormente limpiaba el sudor frío de su hija poseída, para taparle la boca. 

            -¡Mamá! –grita la niña– ¡Mamá!

            Pero su madre le vuelve a tapar la boca. Entonces, los ojos de la pequeña me miran. Luchan contra lo que no quiere irse y su boca emite una sonrisa a modo de sarcasmo. Digo unas últimas palabras muy cerca del oído de la niña y al instante sus ojos se cierran, su boca deja de intentar abrirse y su cuerpo se detiene, cansado, amoratado. Amissa se ha ido pero no del todo. Sé que me vigila, sé que controla todos mis movimientos. De no ser por la ayuda de La Familia Kamali, de su tribu y de las personas que me han ayudado, yo no hubiera podido llegar lejos. Mis manos están negras, negras en la palma de las mismas, como si de carbón se tratara. Incluso se ven caer unas pocas cenizas de color ébano. La madre deja el trapo a un lado y libera a su pequeña de las ataduras que la han tenido sujetada durante horas, y me imagino que más bien ha sido durante días. Coge el cuerpecito dolorido de su pequeña y lo abraza fuertemente contra su cuerpo, llorando como solo una madre pude hacer con su hija a punto de haber muerto. Entonces, esto quiere decir que Amissa ha podido saber dónde estoy y debo coger todas las fuerzas posibles para no producir más daño a estas gentes. Estefanía me hace señales de irnos. Nos despedimos del jefe de la tribu y dejamos que el resto se reúna con la madre y su hija convaleciente.”

            Siento un ronroneo. Abro un ojo, abro el otro, y veo a Bastet. No deja de ronronear. Estoy en la cama de mi habitación HopiLa Misteriosa y Poderosa Gata salta y parece indicarme que le acompañe. La sigo y me conduce hasta La Anciana. Es de noche. La Luna parece ser la única protagonista de la noche junto con la pequeña hoguera que hay frente a mí. Bastet se acomoda al lado de La Anciana, y yo me acerco para sentarme junto a ellas. Sobran las palabras, pues en este mismo instante prevalecen el silencio y la paz. Y bajo la luz de la Luna, con mis queridas Lila Dundra, que al verme, se unen a nuestra reunión nocturna, dejamos que nuestros cuerpos y nuestras mentes descansen.